jueves, 21 de octubre de 2010

La miraba preguntándome ¿Por qué?

Al principio sólo me acerqué a ella por interés, pero luego la observé de manera distinta. Esa mujer era realmente bella, la miraba a los ojos y sentía cómo mi corazón latía. Sólo me tenía que conformar con verla, no podía hacer nada más que esperar.
Allí sentado en una piedra, bajo un árbol, tomando té pasaba horas y horas mirando cómo esa bella mujer tejía, tejía todos los días, imaginaba cómo sería una vida junto a ella, cómo sería todo cuando estemos juntos. Sabía que ella al comienzo no me amaría como yo a ella, pero con el tiempo sé que podría enamorarla. Confío en mí como en nadie. Lo que también sabía es que ella esperaba a su marido, su amor, el padre de su hijo, Ángela, la mujer que amo, mantenía su esperanza de ver regresar triunfante de la guerra a su marido, aunque yo por mi parte, no lo creía así, es más, quiero que no vuelva.
Era una mujer callada, pero que realmente enamoraba a todo aquel que ella quería, sólo bastaba con una mirada para caer rendido a sus pies. Yo no era el único que la pretendía, había muchos hombres más, pero estaba seguro de que nadie la amaba como yo lo hacía, sabía que los demás se acercaban a ella con el fin de ser reconocidos como el hombre de la mujer que esperó a su marido por años y nunca volvió.
Veía algo sospechoso en ella, creo que nadie mas lo amaba, pero yo sí, ¿cómo era que Ángela nunca terminaba su tejido?¿Qué escondía en las noches tras las puertas de su habitación?¿Por qué pasaban los años y con nadie nunca se casó? Todas estas preguntas se contestaron una noche que decidí seguir de cerca sus pasos, ese día no le saqué los ojos de encima, allí estaba esta hermosa mujer sentada cerca de la ventana de su habitación, la miraba sentado desde ese árbol que tantas tardes me vió mirar al cielo imaginando mi vida perfecta. Pero esta tarde, no me distraje con nada más sólo la miraba preguntándome ¿Por qué?. La tarde estaba tornándose oscura, las estrellas y la luna ya estaban sobre mí. Era hora de subir a sabes de una vez lo que hacía esta misteriosa mujer.
Allí estaba yo, detrás de esa puerta, no oía más que una respiración profunda, imaginé que dormía, pero sabía que no podía ser así. Abrí la puerta lentamente, rechinaba. Las cortinas estaban cerradas, pero ella seguía sentada allí en el mismo lugar en el que tejía, pero me quedé admirado al ver que ella estaba destejiendo, ahora todo lo tenía más claro. Todo cerraba.
La cara de Ángela era de espanto, como si hubiera visto un fantasma. Me acerqué a ella, la abracé, quería entenderla, pero estaba confundido. Esa noche me quedé con ella, hablamos. Pude entender que todavía ella estaba enamorada de su marido, sabía que no me quedaba otra que ser nada más que su amigo. Yo la amaba y por eso no la dejaría sola.
A partir de ese día nos hicimos muy cercanos, quería al menos, que no se sintiera sola.
Estuve a su lado por años, acompañándola, ayudándola a soportar su dolor.
Un día como cualquier otro lo ví, allí estaba ese hombre, por el cual Ángela lloró por años en su habitación, apoyada en mi hombro. Estaba feliz por ella, pero por otro lado sabía que la había perdido para siempre .

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